lunes, 28 de octubre de 2013

4.3.1.- MIS RECUERDOS DE TORO

4 DE ABRIL DE 1928.
Son las cuatro de la mañana; a pesar de tan temprana hora, las gentes del pueblo ya se hallan levantadas preparando las mulas y los carros para partir a hacia Toro donde a las diez va a comenzar el juicio donde se decide el destino del pueblo. Si es a favor del pueblo gana la esperanza de vivir en libertad. Si es en contra, se abandona toda una plusvalía creada a base de sacrificios. El abandono de los hogares levantados con fatigas y sudores, las frondosas viñas puestas (plantadas) y criadas a golpe de azadón, dejar a sus antepasados que bajo sus tumbas yacen en el cementerio... De todo esto son conscientes los vecinos y todos unidos como un solo hombre se pone en marcha la comitiva.
En los rostros de los mayores se nota cierto nerviosismo no exento de esperanza; la juventud, ajena a cuanto aquello representa, canta y baila y lo toma como una romería.
Unos cuantos chicos tratan de contar los carros, 60...70.. imposible calcular. La caravana ocupa más de dos kilómetros. A la hora de camino se llega a Villabuena, la villa de las Buracas desde cuya peña se admira un paisaje maravilloso, pero que la ignorancia de habitantes era tal en aquella época que el 75% eran analfabetos. Esta ignorancia les llevó a propagar unas coplas en contra de los colonos de El Pego.
Al llegar a la carretera, se empieza sentir el repicotear de los carros que parecía entonar con la algarabía juvenil. El sol, que durante varios días había estado ausente ocultado por las nubes, ese día, para dar más realce al espectáculo, salió con gran brillantez, inundando con sus rayos toda la campiña toresana. Esa campiña preciosa que parecía una sábana blanca tendida sobre los cerezos y almendros que en esa tierra se crían, con ese aroma de flores que los pulmones ensancha. La caravana va caminando al paso acompasado de las mulas y el traquetear de los carros.
El río Guareña enfurecido por las fuertes lluvias ha aumentado su caudal y en algunos sitios el agua llega a la carretera.
 A medida que la caravana se acerca a la ciudad de Doña Elvira mayor es la tensión entre sus ocupantes. Se va acercando el momento en el que un juez va a decidir el destino de la mayoría de los vecinos de El Pego, ¿cuál será su sentencia?, ¿comprenderá las razones que estos exponen y los absolverá? , ¿o por el contrario los condenará a que abandonen el pueblo?; con estos pensamientos agolpados en sus mentes, la caravana cruza el puente de piedra, esa joya de la arquitectura de la época romana. La caravana, pasado éste, emprende la escalada del Espolón con dirección a la plaza de San Agustín donde se sueltan las mulas y se colocan los carros de forma que puedan caber todos en ella, son tantos, que hay que colocarlos muy bien.

Se echa de comer a las mulas; y ya andando, hombres mujeres y niños se dirigen hacia el Consistorio donde va a comenzar el juicio de un momento a otro.
EL JUICIO
La audiencia estaba instalada en la primera planta del Ayuntamiento, hasta llegar a la misma todos cantaban tratando de ocultar la intensa preocupación que llevaban por dentro.
Porque aunque nunca se perdió la esperanza, existía en cambio honda preocupación.
Nada más entrar en la sala, un silencio sepulcral se hizo en la misma. Sin ordenarlo nadie. Sin saber por qué, pero se hizo. Casi en aquel momento el Sr. Juez dijo “Audiencia pública” y da principio el Juicio con la declaración de los testigos. A continuación, toma la palabra el defensor de los dueños que entre otras cosas dice “esos vecinos que tanto tienen que agradecer a sus dueños, ¿con qué se lo pagan?. Llamándolos estafadores. Y sepa su señoría que son dos personas honradas. Tan honradas, que aun en contra de su voluntad se han visto obligados a desahuciarlos por su mal comportamiento”.
Después tomó la palabra el abogado del pueblo, quién, después de exponer las razones de su defensa, dijo, “no pedimos justicia señor, pedimos caridad. No queremos favor ni socorro. Queremos y pedimos la manumisión para unos esclavos de la tierra. Trabajo por el que podamos cantar un himno a la libertad y a la vida. Pedimos caridad, no a los hombres ni a la sociedad egoísta. caridad para caminar hacia nuestro éxito, bajo el amparo de Jesús, el humilde nazarita protector de los oprimidos. Pedimos caridad, para esos difuntos que desde sus tumbas no pueden hacerlo y también son desahuciados.
No quiero dejar de reseñar la oportuna intervención del procurador, Dn. Agusto Samaniego. Cuando el abogado de los dueños insultaba a los colonos, dijo entre otras cosas, “no puedo consentir que de esta manera se insulte a mis defendidos”, una salva de aplausos retumba en la sala en honor a este hombre que con tanto interés defendía a los vecinos de El Pego.
Terminada la vista del Juicio, el personal abandona la sala y emprende el regreso a El Pego. ¿Cuánto tiempo iban a permanecer en él?, eso sólo dependía de los hombres que quedaban en el recinto analizando los pros y los contras para dictar sentencia. Una sentencia difícil. Tan difícil, que nunca llegó a dictarse.
Pasaron cuatro días de incertidumbre, cuatro días interminables para todos. por fin el día siete de este mismo mes el Juez reúne a las dos partes, colonos y dueños, y convencen a estos para que vendan el término, así se acuerda y se pone fin a un juicio, cuya sentencia queda en el anonimato.
La noticia causa tanta euforia, que algunos exaltados, se lanzan a la calle,.. insultan a los administradores, tiran piedras a sus puertas.. y de no haber sido por la intervención de los hombres de la Comisión no se sabe lo que habría pasado.


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